2024-12-18 11:13
Cada cuerpo se convierte en un espejo fiel del otro, un reflejo de deseo y ternura, donde los límites se desvanecen. Allí, en ese espacio sagrado, se regalan el tesoro más preciado: la intimidad desnuda, el acto de dar sin reservas y recibir con un temblor de gratitud. Es un equilibrio frágil y perfecto, un vaivén que sólo ellos conocen, porque sus cuerpos hablan con la misma voz y sus anhelos laten al unísono.