De pequeña tuve ratoncitos de mascota. No eran de esos lindos de tienda de mascotas, no. Los míos eran los bebés de una rata que se coló en casa, tuvo a sus crías y, para desgracia de ellos, mi familia los encontró. El desenlace fue el típico: escobas golpeando el techo, gritos y una madre rata desapareciendo. Las crías, sin mucha consideración, acabaron en el basurero. +